domingo, 20 de noviembre de 2022

El animalismo, una “religión”, una imposición.

En primer lugar, para aclarar el concepto animalista y no te sientas ofendido por mis palabras, o sí, quiero decirte que no se puede considerar animalista en su definición real sólo quién tiene un perro, gato o cualquier otra determinada mascota en casa, ni si quiera si siente un afecto fuerte por esa mascota. No, no te consideres animalista ni si quiera si no te atraen la tauromaquia, si no te atrae la caza, si no te atrae determinados festejos donde el animal es el protagonista.

El animalismo va mucho más allá, es un movimiento con una ideología de carácter moral, donde su religión castiga, demoniza, humilla, insulta y atenta en cada uno de sus mandamientos contra quien no es de su conveniencia o no se arrodilla a sus discursos. Discursos donde su subjetividad desencadenarían llevados a la práctica perjuicios contra el humanismo y su evolución, contra la sostenibilidad de los ecosistemas, contra la vida de los propios animales.

Un movimiento que impone su moral desde el perfil del urbanita sin sentido de la humanidad, sin sentido de la confraternización con familiares y amigos, sin vida. “Veo humanos, pero no veo humanidad.” Decía en aquella cita el principito.




Se encuentra cierta lógica que este tipo de perfiles desemboquen en estos activismos tan alejados de sentido común en sus fines. En las medianas y grandes urbes desde hace medio siglo con la llegada de cierto bienestar social, de boom de la tecnología, del ocio urbano, el de salón y pantalla, se forma como dije un ser sin vivencias, sin pasado, hasta el punto que la industria crea pantalones con rotos como para dotarlos o aparentar tener un suceso, una historia, una vivencia pasada. (Ya reflejo esto en uno de mis libros.) una industria que también ve en estos movimientos un nicho de consumo muy jugoso y que lo explota en diferentes sectores, desde el veganismo que provoca este movimiento y que muestra también una cara muy agresiva en su activismo contra el consumo de carne por imposición… hasta la también diversa del mascotismo de perros de pasarela y peluquerías fashion…




No, no es símbolo de no violencia el animalismo como se quiere hacer ver, somos animales que comen animales, pese a quien le pese es la realidad de la vida y de nuestra existencia. Os recuerdo las palabras textuales de Félix Rodriguez De la Fuente en relación a lo que os expongo;

“Si se quiere sobrevivir y tener éxito en el planeta tierra como individuo o especie, no hay más remedio que tener éxito en esta ley tremenda e infantil de comer a otro y no ser comido por nadie” 

“Tremendo. Espantoso, pero real. Dejen ustedes de comerse a otro cualquier día, incluso mis inocentes y admirados vegetarianos –a las otras lechugas, zanahorias, manzanas o huevos- y desaparecerán de la tierra. No hay más remedio que comerse a alguien para seguir viviendo y no hay más remedio que no dejarse comer por nadie para no perecer. Tremenda ley”

“No había caído yo en el hecho de que cuando me estoy comiendo en mi casa un filete de ternera o  de merluza, un plato de patatas con chorizo, me estoy comiendo a alguien. Efectivamente: todos los elementos que ingiero y que me permiten vivir eran alguien. Eran lechugas amadísimas por el padre Sol, eran terneras amadas por sus madres vacas y que yo me como para poder seguir siendo yo”


Y es que no se le puede poner una contra a las palabras de Felix. Para acabar añado que a quién le ayude a vivir tener este pensamiento pues su vida es y se respeta, pero no nos impongan al resto de sociedad sus ideales, su moral de manera totalitaria, a eso se le llama fascismo. 


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